NOVEDADES | “Los náufragos de las Auckland”, de François Édouard Raynal

30/09/2017 - 12:03 am

El relato en primera persona de un naufragio real, convertido en clásico y referente de la literatura de aventuras. Los náufragos de las Auckland (JUS) inspiró La isla misteriosa, de Julio Verne

Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).- La noche del 2 al 3 de enero de 1864 la Grafton, una goleta mercante, naufragó en las costas de Nueva Zelanda. Los cinco hombres que integraban la tripulación hallaron refugio en un islote deshabitado. Durante los veinte meses de convivencia en las desoladas islas Auckland, batidas por el viento y las lluvias sin apenas del buque, se reveló como arquitecto, sastre, consejero y guía del infortunado grupo de náufragos.

Su lucidez y ecuanimidad, junto con el buen carácter de sus compañeros, hizo de este naufragio un insólito ejemplo de convivencia humana que llegó a inspirar las más grandes novelas de aventuras.

Un libro editado por JUS. Foto: Especial

Julio Verne, sin ir más lejos, la tomó como punto de partida de La isla misteriosa. Un relato que, poniendo al ser alegóricamente en torno a la organización de nuestras sociedades y del que la crítica ha dicho cosas como “la esperanza que permitió sobrevivir a los náufragos de las Auckland estaba hecha de inteligencia, de coraje y de voluntad.”

François Édouard Raynal (1830 -1898), nació en la pequeña ciudad de Moissac, en el sur de Francia. La ruina de su padre lo llevó a buscar fortuna en el extranjero. A los diecinueve años fue nombrado administrador de una plantación de caña de azúcar en la isla Mauricio y tres años más tarde viajó a Australia como buscador de oro. Cuando esta última empresa fracasó, aceptó ponerse al mando de una expedición a la isla Campbell en busca de yacimientos de estaño aurífero. Mientras volvía a Australia, naufragó junto a su tripulación en las islasAuckland, donde pasó veinte meses. Nada hacía pensar que la capacidad de supervivencia que desarrolló en sus viajes iba a ser clave para que el grupo resistiera las condiciones extremas del archipiélago. Después de esa dramática aventura consiguió llegar a Melbourne y finalmente regresar a Francia, donde, tras veintitrés años navegando por los mares australes, trabajó como funcionario.

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